DOMINATO SANCHEZ, MARCELINO REYES

Barranca Yaco y el asesinato del CHACHO

 

Transcripción de la Biografía de Marcelino Reyes escrita por César Carrizo.

En él refiere la participación de Dominato Sánchez junto a Reyes en las batallas de la guerra del Paraguay.  El autor, César Carrizo alojaba en su casa al anciano.

 

Recuerdo que algunas tardes llegaba don Marcelino a nuestra casa solariega;

Penetraba por el zaguán sin llamar, bien que era aun buen amigo que llegaba a una casa amiga.

Llevaba un libro de apuntes. Tomaba asiento junto al anciano. Lo palmeaba para darle ánimo y comunicarle optimismo. Y el noble viejo parecía revivir.

Después de su corto paseo por el huerto, don Marcelino volvía junto al anciano. Iba a dar comienzo la sesión histórica.

 

El visitante se dispone a tomar apuntes. Necesita precisar sucesos nombres, fechas.

Hay dos sucesos que el Manco Reyes quiere esclarecer e todo lo posible: la tragedia de Barranca Yaco, donde muere Facundo y toda su comitiva -16 de febrero de 1835-, y el drama de Olta -12 de noviembre de 1863- donde el general  Angel Vicente Peñaloza es asesinado por el teniente coronel Pablo Irrazábal..

-¿Qué en el drama de Barranca Yaco, obró la instigación de Rosas, la autorización de Rosas, la media palabra presidencial de Rosas, como Ud. me lo asegura?

- Estoy convencido de ello; -afirma Dominato Sánchez.

- Pero, ¿Dónde están las pruebas?

- Nunca mi Teniente Coronel, se han documentado los crímenes. Aún más: los poderosos no sólo hacen desaparecer las pruebas de sus errores y horrores, sino que suelen inventar  otras, que los absuelven. Sin embargo, hay algo que no es posible anular: la voz del pueblo y la mirada acusadora de la opinión pública.

- Aunque la historia debe precaverse de las pasiones populares.

- No me refiero a las pasiones de la multitud. Yo hablo de la voz del pueblo y de la mirada acusadora de la opinión. Son infalibles e implacables, aunque estén en desacuerdo con los papeles oficiales. Y son infalibles e implacables porque son la pupila de Jehová que perseguía a Caín, cuando el fraticida  se escondía entre los montes, huyendo de su crimen.

- Me gusta escucharlo, mi Sargento, aunque a veces no estamos de acuerdo. De todas maneras aprendo siempre. Del choque o intercambio de ideas, suele nacer la verdad.

- Puedo asegurarle, mi Teniente Coronel, que yo ha visto la historia verdadera, cara a cara y frente a frente. En los días oscuros de Barranca Yaco yo era joven. Y el clima que se respiraba era de acusación a Don Juan Manuel de Rosas. Hasta los mismos amigos del régimen, lo indicaba a él.

- ¿También eso?

- Claro que sí. Y en hojas sueltas, en volantes que iban de mano en mano, se publicaban noticias, afirmaciones y desmentidos que sudaban las prensas. Hasta unas cartas de Estanislao López, que parecen no decir nada, y dicen mucho. Aquí tengo algunas.

- Algo de esas cosas obran en mi archivo.

- López  protegía a los Reynafé, y malquería a Facundo.  López era un instrumento de Rosa; , Cullen, ministro de López, había estado en Buenos Aires en misión confidencial. ¿Qué hablaron? Misterio … Y a Rosas y a López les interesaba la desaparición de Facundo.

- Bueno lo sabemos, mi amigo. Sin embargo falta la prueba jurídica; faltan las probanzas de derecho, para condenarlo.

- Insisto mi Teniente Coronel: ya he meditado y he razonado mucho sobre estas cosa, y tengo la convicción de que la media palabra  presidencial … partió de San Benito de Palermo. Pero no escita de puño y letra, ni siquiera verbalmente. Basta un gesto, una sonrisa, una mueca, cuando no un silencio o una inclinación de cabeza.

La madre del caudillo, doña Juana Rosa Argañaráz, viuda de don José Prudencio Quiroga, señora muy respetable, a quien conocí en San Antonio, en Los Llanos, tenía seguridad.

-          ¿Conoció Ud. a la madre de Facundo?

-           Tuve ese honor y ese placer. La conocí, ya anciana. Pero muy derecha, y en todo el dominio de sus facultades. Pues, doña Juana Rosa Argañaráz estaba convencida de lo mismo. Lo decía a quien quería  oírla.  Y las madres suelen ver con los ojos de Dios.

Don  Marcelino no se inmuta por ello. Necesita las pruebas fehacientes para juzgar. De todas maneras, toma los papeles que le alcanza el anciano. Son dos cartas del general don Estanislao López, gobernador de Santa Fe, “Patriarca de la Federación” –como se la llamaba- que aparecen en el  “Bosquejo”, sin comentarios. Indudablemente que don Marcelino ya conocía las dos piezas, tan sugestivas. Bien merecen leerse de nuevo.

(Y a continuación se publica la carta de López a Rosas fechada el 26 de julio de 1831 y la de López al Coronel Francisco Reynafe del 26 de diciembre de 1834.)

Dominato Sánchez  que conocía las cosas y hablaba el lenguaje escueto, directo y lógico de las cosas, sabía a qué atenerse; y tenía un concepto formado y una conciencia definida sobre aquel hecho, que para él no solamente había cambiado el ritmo, sino el rumbo de la historia nacional.

-Sí mi Teniente Coronel; fue Barranca Yaco, y no la boleada del caballo del General Paz, lo que modificó la marcha y el compás. Yo lo creo así.

-Yo respecto su juicio, mi Sargento Mayor; aunque puedo aceptarlo o no aceptarlo.

Referente al drama de Olta. Donde se lancea a un general de la Nación, rendido e indefenso y se le corta la cabeza, y s e la clava en una pica para que la vean todos, el anciano que nunca había peleado a las órdenes de Peñaloza, ni tampoco fuera su correligionario o propincuo, es severo y enérgico. Su palabra asume un tono condenatorio.

-Al Chacho le ocurrió lo mismo que al Dr. Manuel de Avellaneda, en Metán. Lo mismo que el gobernador José Cubas, en Catamarca. Lo mismo que al General Mariano de Acha, en la Posta de la Cabra.

- Es verdad a todos se les cortó la cabeza, sin consejo de guerra, y cuando estaban rendidos e indefensos. Pero con la diferencia de que el Chacho siempre había peleado en contra del tirano.

- Y bien, según su opinión, ¿Quién ordenó el asesinato del General Peñaloza?

-A esta altura de la vida, cuando ya estoy pisando la sepultura, debo ser franco, como fue siempre mi norma. Y aún más franco. La sentencia de muerte la traía ya Pablo Irrazábal desde San Juan, de la Legislatura de San Juan.

-La aseveración es grave, mi amigo.

- O para ser más claro: del conciliábulo que aconsejaba y adulaba al gobernador Sarmiento, jefe de la guerra contra la montonera.

-Continúa siendo grave la aseveración. Además no hay pruebas al respecto.

-Sería ingenuo dejar pruebas fehacientes.

- Sin embargo se ha dicho que Irrazábal obró por deliberación personal, envalentonado con los galardones que le tributa el gobierno de San Juan después de su triunfo en Caucete. Acuérdese lo que al respecto, escribe el mismo gobernador Sarmiento al gobierno Nacional, dándole cuenta del triunfo de Caucete: “Hoy que sabemos que Peñaloza al frente de 1.200 hombres, perfectamente montados, y con el desierta y la desesperación a la espalda, no ha podido resistir al Mayor Irrazábal que lo combatía con ciento treinta hombres en definitiva”…

- Cifras exageradas y falsas, mi Teniente Coronel;- protesta Dominato Sanchez.

¿Está seguro?

Segurísimo. Siempre se ha magnificado el triunfo de Caucete. Usted, mi Teniente Coronel, bien conoce el sitio de aquel hecho de armas: una calle larga, un callejón sin salida. Bueno, pues; la montonera, en número reducido, se hallaba desmontada y carneando unas vaquillonas. Por añadidura, sin el jefe; pues el general Peñaloza se encontraba lejos de la Puntilla de Caucete. Y en tales circunstancias, cayó Irrazábal por sorpresa, como una avalancha, gracias a un aviso recibido horas antes. Entones la gente de Peñaloza, sin más tiempo que para montar a caballo, solo atinó a huir. Muchos murieron en la sorpresa. Otros fueron tomados prisioneros. Y uno de estos prisioneros, reveló el secreto del lugar donde la montonera en fuga, iba a tirar la rienda.

¿Cómo lo sabe?

-Por uno de los actores de aquel suceso: el Teniente Reyes Bustamante de la fuerza de Irrazábal. Reyes Bustamante aún vive, afincado en Chañarmuyo, en el Departamento de Famatina.

-Pero sigamos con la comunicación de Sarmiento al Gobierno de la Nación: “S.E. comprenderá que este hecho de armas coloca al Mayor Irrazábal y a los valientes que lo acompañaron, en el rango de los héroes de Río Bamba con Lavalle, y  Angaco con Acha, sólo pueden presentar hazañas de este género”.

-Exageraciones, mi Teniente Coronel…

Sean  o no exageraciones como decía el anciano, el Manco Reyes escribe en su ‘Bosquejo’:

“Y como justo premio a tan brillante acción de guerra, la Legislatura de San Juan regaló una espada de honor, al vencedor de la Puntilla de Caucete, y un estandarte de seda al Regimiento número 1 de caballería de línea, con cuatro medallones bordados de oro, entre palmas de laurel, aludiendo a los cuatro combates en que el famoso regimiento había derrotado a la montonera, volviendo por su crédito y el de la caballería de línea, después de su última derrota en la batalla de Pavón:

Punta del Agua. Lomas Blancas. Playas de Córdoba. Puntilla de Caucete.

Después de un silencio el anciano prosigue:

-Supongamos que Irrazábal quiso congraciarse con el gobierno  y el partido político a quienes obedecía, y obró por deliberación personal, en un momento de locura salvaje, su crimen, cometido con toda cobardía y escarnio, no tiene parangón.

-En su tiempo y aún después, el país entero, desde el p residente de la República condenaron el hecho bárbaro. Hoy, nosotros, no podemos rehacer la historia. Tenemos que aceptar los sucesos tal como ocurrieron.

Dominato  Sanchez hace un resignado movimiento de cabeza y dice:
-¿Sabe ud., mi Teniente Coronel, quien fue  el mandadero que trajo la oreja del Chacho, destinada al  gobierno de La Rioja? Nada menos que Reyes Bustamante.

-¡Es curioso!  Precisamente Reyes Bustamante se crió en la casa de mi suegra, Carlota Ortíz de Vallejo.

-Irrazábal quería certificar aún más el crimen, y convencer al gobierno de la Provincia, que al fin el último caudillo de Los Llanos había caído para no levantarse más.

Don Marcelino anota este detalle y otros pormenores en su libro de apuntes, no sin un rictus amargo en los labios, y un gesto de asombro. Luego, al escribir su “Bosquejo” nos dirá:

“Tengo la referencia fidedigna de personas que presenciaron aquella escena macabra. El gobernador interino Don Manuel Vicente Bustos, que meses antes respondía a la tendencia de Peñaloza, era quien personalmente, y con sorna enseñaba en bandeja de plata a las damas y caballeros, la oreja ‘dañada’, que trajera Reyes Bustamante.

¿Bustos en persona, la mostraba a la concurrencia?

-El mismo. Y anote para formar juicio. Pocas veces La Rioja tuvo un político más audaz, más cambiante, más cucañero que don Manuel Vicente Bustos.”

Fin de la cita del libro de César Carrizo – Buenos Aires, 1945

 

Puede leerse en Biblioteca Mariano Moreno de La Rioja