Carta de Rafael Ceballos Reyes a su tío Cesar Reyes

Sobre  Federalismo y Autonomía

Rafael Ceballos Reyes escribe a su tío César Reyes  el 4 de Noviembre de 1949

 

Querido César; te envío estos apuntes escritos el año pasado.

 

“Dices  en  Los Alcaldes Coloniales y los de la Revolución”:

“El mal del gobierno argentino ha sido y es la demasiada centralización, o por mejor decir, la absorción del Ejecutivo sobre los otros poderes. Para que haya democracia, libertad, es necesario que la máquina gubernamental sea lo más sencilla posible, y que el poder resida en el pueblo. Que el gobierno no sea más que un mecanismo tendiente a asegurar los derechos ciudadanos, pero no a crearlos aquí, anularlos allá, según el color político de los individuos.”

El fervor cívico revolucionario, democrático y representativo de Moreno, Castelli, Echeverría y otros, fue la  esencia, el espíritu de nuestra concreción político jurídica que se substanció en armonía de intereses e ideales en el crisol constitucional del  ‘53.

El inmortal espíritu montesquiano de las leyes no es otra cosa que la razón contractual humana de que hablara Leibnitz, traducida a la razón social de las comunidades.

Mas la realidad es otra.

El centralismo, vale decir, la omnipotencia del Ejecutivo, resabio feudal, anuló prácticamente el libre ejercicio de nuestras instituciones liberales, llegando así a la ficción federal.

Esta práctica o sistema impuesto por la política presidencialista concretó a través del tiempo los estados feudatarios provinciales. Las misiones federales en su mayoría, asaltos metropolitanos, arrancaron de cuajo el sentimiento autonomista, corrompiendo las conciencias ciudadanas mediante la concesión de posiciones públicas a conglomerados políticos ocasionales. Estos clanes fluctuantes crearon  un ambiente acomodaticio de rapacidad burocrática. Y es el caso de anotar que los espacios vitales conquistados por el centralismo, son refugios de elementos extraños al medio, trasplantes de objetivos  humanos realizados por agencias políticas regeneradoras.

El centralismo se entronizó aviesamente en trance de voracidad absolutista. La Colonia Felipesca resurge de su sombrío Escorial. Es la reserva herencial del régimen teocrático militar de la Conversión de Recaredo que se trasplantara en América Central y del Sur, y que sobrevive tediosamente a pesar del vuelco civilizador que impusiera la doctrina liberal de la Revolución francesa al establecer la concepción del yo como causa y finalidad de toda organización humana.

La controversia entablada entre las individualidades federativas y el centralismo se reveló con caracteres acentuados, aunque no en forma irreductible de procesos separatistas. Es el choque del principio federatio arraigado profundamente en el alma nativa, con los resabios del centralismo hispano. El germen absolutista tuvo sus virulentas exteriorizaciones que determinaron procesos anárquicos.

En el proceso de nuestra vida institucional, y no obstante la sabia Carta Fundamental del 53 que estructuró el organismo del Estado argentino, produjéronse hechos reveladores de la influencia del sistema de acción de la Corona, reñido con las modalidades, los intereses, la condición geográfica y el espíritu de los pueblos. El metropolitismo español prolongó en América su acción unitaria absorbente. Existe ahora una tendencia reivindicatoria; la venganza histórica: la Colonia con su rancio sistema medioeval; Rosas con su siniestra restauración.

Recordemos un hecho histórico revelador de este proceso. Después de la guerra con Paraguay, la unidad nacional debatíase bajo la acción de fuerzas antagónicas ocasionadas por la influencia de factores geográficos, políticos y económicos aún subsistentes. El embrión de nuestro organismo político debía naturalmente estar sujeto al proceso de su gestación. Hemos de anotar que la condición favorable del medio geográfico, vitalizó la zona frontal de la Nación en la amplitud de su vida, anquilosándose los órganos –provincias- más distantes que integran el Estado. Los gobernantes no supieron enfocar ni comprender este problema esencial de la vida argentina. Por ello es que la desvitalización del interior del País en relación con la Cabeza sigue siendo manifiesta en desmedro de la unidad orgánica. Se produjo así la desfederalización y consigo el unitarismo práctico. Y esto que aún no ven o no les interesa ver a los hombres de gobierno enceguecidos, la mayoría, en el espejismo salobre del océano, tuvo su derivación natural en determinado período de nuestra organización: la controversia habida entre el llamado porteñismo –centralismo- y el provincialismo –federalismo-, con sus consecuencias surgidas de las batallas de Cepeda y de Pavón. 23 de octubre de 1859 y 17 de setiembre de 1861.

Dice el Coronel Roque Lanús en su interesante libro “La Provincia de La Rioja en la Campaña de los Andes”:  Del  choque inevitable ente la tendencia centralista de Bs. As. y los rudimentarios sentimientos de autonomía y federalismo de las provincias resultó la anarquía. La primera batalla de Cepeda en 1820, es el triunfo de la “democracia bárbara pero fecunda”, al decir de Estrada, sobre el régimen de Buenos Aires y sobre las últimas ideas monarquistas, a las que se aferraron muchos hombres ilustres del País en su afán de contener la disolución.”

Estas tendencias en pugna –problema latente- se revela en la nota que el gobernante don Manuel Vicente Bustos, dirigiera con fecha 25 de abril de 1861 al Ministro del Interior doctor Derqui:  Las provincias que hoy componen la Confederación Argentina no han sido libres ni el 25 de Mayo ni el 9 de Julio cuando la Nación se hizo independiente; y no lo fueron porque salidas de la dominación del Coloniaje cayeron en la dominación de Buenos Aires, doble, cruel, doble tirano para todos. Las provincias son libres en la realidad desde el 3 de Febrero, después de la batalla de Monte Caseros. La independencia de 1810 parece que fue proclamada para Buenos Aires solamente, porque ella sola gozó del comercio exterior, de la civilización, de las rentas, de la representación nacional y ella sola se hizo rica y grande a la par que dejaba a sus hermanas en la miseria. Esta dominación es la que pretende tomar de nuevo Buenos Aires y he allí dicho de una vez que el objeto de la revolución de setiembre (*) y en constante lucha por disolver la Confederación, para sentar la tiranía doméstica sobre las ruinas de las provincias.”

¿No es este documento sello elocuente de una realidad histórica?

Los gobernantes desvirtuaron el sentido histórico de la nacionalidad. Deslumbrados por el resplandor de la riqueza del país, cayeron bajo la influencia de tendencias ideológicas dogmáticas que no pueden congeniar con nuestra conciencia nacional.

Relacionada con los acontecimientos expuestos, hay una estrofa anónima de la época que traduce con elocuencia este proceso de la vida institucional.

Después del suceso guerrero de Pavón, en el que triunfara definitivamente la Cabeza, es decir, el llamado porteñismo, el gracejo popular motejaba así al llamado provincialismo, derrotado.

La perdimos en Cepeda,

La ganamos en Pavón,

Sacate las ‘ampargatas’,

Ponete las de charol.

Las ‘ampargatas’, no serían acaso las provincias del interior y las botas de charol la gran Capital?

 

PULPO

Un inteligente y astuto político riojano que desempeñara altos cargos en la Magistratura, y fuera legislador y Jefe de Estado provincial, preguntaba a un comprovinciano, allá por el año 1938, en su domicilio de la Capital Federal, si había posibilidad de organizar en La Rioja una fuerza política.

Al respondérsele que ello era factible en base a elementos universitarios jóvenes, dentro del  ordenamiento institucional  afianzaron la autonomía del Estado federal, como abstraído por una idea fija, y contemplando estático y gozoso desde un noveno piso la gran urbe porteña, bajo la sugestión de una tajante realidad, expresó lo siguiente: ‘Que formidable es este Buenos Aires… Mira, contempla a este pulpo que todo lo atrapa, que juega con los hombres haciéndolos olvidar hasta el propio terruño. Qué ficción atormentadora es nuestro federalismo… Pero la culpa es nuestra. Legislamos para alimentar el pulpo.’

Atormentadora realidad del unitarismo práctico, en lo que veía yo la coexistencia de las ampargatas y de las botas de charol.”

Te abraza: Rafael

(*) se refiere a la separación de Buenos Aires de la Confederación,  dirigida por Mitre.